Endeudarse puede ser una idea inteligente o una idea terrible, dependiendo de tu situación personal, económica y financiera. No todo el mundo tiene la misma capacidad para asumir deudas, así que cada uno tiene que encontrar el punto ideal.
Hoy, en el blog de Vivus, te vamos a hablar de ello. En concreto, analizaremos cuál es tu nivel de endeudamiento óptimo según tu situación y diferentes factores.
Como verás, la deuda puede ser una herramienta fantástica para muchas personas que tienen una situación cómoda y una disposición psicológica tal que les haga seguras de sí mismas, pero puede ser una auténtica condena si la situación financiera no es muy buena o si esa disposición psicológica no existe.
¡Pero no nos adelantemos! Vamos a verlo a continuación con más detalle.
Lo primero que conviene tener claro es que deuda y riesgo son términos sinónimos. Las deudas implican riesgos. Si, en algún momento, por cualquier razón, dejas de poder pagar tus cuotas, vas a estar en una situación muy comprometida. Es por ello que conviene tener las cosas claras a este respecto.
Esto no significa que debas huir siempre de cualquier deuda. No se trata de eso. La deuda también es una herramienta útil. Simplemente, tienes que partir de la base de que, mal utilizada, es una herramienta con riesgos y que puede ser peligrosa.
Por lo tanto, hay que utilizarla con cabeza y entendiendo muy bien tu situación y tu personalidad. Es decir, debes conocer el nivel de endeudamiento óptimo para ti. En los siguientes apartados veremos los factores que influyen en dicho nivel.
Lo primero a lo que debes atender para dar con tu nivel de endeudamiento óptimo es a tu situación financiera.
Si tienes unos ingresos poco estables (porque, por ejemplo, tienes un trabajo precario) y pagas un alquiler que se come la mitad de lo que ingresas, no es buena idea que pidas un préstamo personal, por pequeño que sea. En cambio, si ganas bastante dinero, lo haces de forma estable y tus gastos son bajos, puedes permitirte una deuda mayor.
En general, se suele recomendar mantener el nivel de endeudamiento por debajo del 40% de los ingresos totales, pero este porcentaje se da asumiendo que tienes unos ingresos regulares. Si tienes un empleo precario, es mejor que reduzcas ese tope de endeudamiento al 20%.
Y, además, nosotros recomendamos que no hagas el cálculo sobre los ingresos, sino sobre el dinero que te queda después de los gastos básicos (alquiler, comida, facturas, etc).
Pero la situación financiera no es lo único importante. También lo son los planes a futuro.
Por ejemplo, si eres una persona joven, con una buena red de contactos y en una universidad buena, puedes plantearte asumir ratios de deuda mayores que si eres una persona mayor y sin formación. Sencillamente, en el futuro, serás capaz de generar ingresos para hacer frente a la deuda.
Del mismo modo, quizá quieras formar una familia y estés buscando una casa. Puede ser una opción razonable ampliar ese 40% de deuda a un 50%, por ejemplo, si esa deuda es como parte de una hipoteca, puesto que, aunque aumentas el nivel de deuda, estás dejando de pagar un alquiler, así que la cosa queda más o menos equilibrada.
Si tus perspectivas de futuro son especialmente buenas, esta opción es bastante razonable.
En tercer lugar, tenemos que hablar del uso de la deuda. No es lo mismo contraer una deuda para comprar un televisor o hacer unas vacaciones que para comprar un coche de segunda mano para ir a trabajar, que para comprar una vivienda, que para invertir. Cada uso de la deuda es diferente.
En general, para consumos suntuosos, no deberías utilizar deuda. Para comprar activos que vayas a utilizar y que te vayan a reportar un beneficio, como el coche o la vivienda, sí. Y, por supuesto, para invertir también, pero siempre teniendo en cuenta que el riesgo de invertir apalancándote es mucho mayor (la inversión puede irse a cero y tener que seguir pagando la deuda).
Pero, por supuesto, los tres aspectos anteriores no son nada si no tenemos en cuenta el aspecto psicológico.
Hay personas que pueden dormir tranquilamente pagando un 60% de sus ingresos en cuotas de un préstamo hipotecario que han invertido en acciones que, además, están cayendo un 10% respecto a cuando compraron. Otras personas, sienten una gran ansiedad a la mínima deuda que contraen, por inteligente que haya sido.
Es importante que sepas relacionarte con la deuda. De hecho, no es mala idea que, en tu juventud, contraigas algunas deudas pequeñas para que veas cómo te manejas con ellas.
Así te conocerás mejor a ti mismo y a tu capacidad psicológica de hacerles frente. No hay nada malo en que soportes bajos niveles de deuda, igual que no hay nada malo en que soportes niveles altos.
Lo importante es que entiendas cómo te sientes cuando estás endeudado y si sientes que el riesgo es demasiado grande o no. Si no te sientes cómodo endeudado, ignora a los expertos que hablan de que puedes endeudarte hasta un 40% de tus ingresos. No, tú no puedes, porque no lo soportas. Reduce ese porcentaje. Si te sientes cómodo y no te preocupes, lo mismo, pero en sentido inverso: aumenta esa cantidad y usa inteligentemente ese dinero (por ejemplo, invirtiendo).
Como acabas de comprobar, el nivel de endeudamiento óptimo varía de persona a persona. No todo el mundo puede hacer frente a la misma carga financiera y psicológica que implica una deuda determinada.
Por ello, es fundamental que tengas claro cuál es tu nivel de endeudamiento óptimo. Si lo tienes, podrás maximizar el crecimiento de tu capital sin sacrificar salud (y sin asumir demasiados riesgos).
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