A lo largo de la historia, el ser humano ha estado debatiéndose entre quienes afirman que el dinero da la felicidad y quienes, en cambio, sostienen que no es más que un medio de intercambio para alcanzar ciertos fines, pero que no tiene excesivo impacto en la felicidad de una persona.
Pero, ¿qué dicen los estudios? A pesar de que no existe una opinión unificada, sí que existe cierto consenso en lo básico: el dinero proporciona felicidad, al menos si no se tienen satisfechas las necesidades básicas y no se utiliza como un fin.
Carl Menger fue un economista austriaco del siglo XIX, conocido por ser el precursor de la Escuela Austriaca de Economía. Su aportación más conocida fue, sin duda, la teoría de la utilidad marginal, que viene a afirmar que, a medida que los individuos acumulan unidades adicionales de un bien concreto, el grado de satisfacción disminuye.
Estos postulados sentaron las bases de la teoría del valor marginal, que contradecía la teoría del valor trabajo postulada por Karl Marx en aquella época, lo que supuso una auténtica revolución en el ámbito económico y social. Sin embargo, había un bien para el cual la teoría de la utilidad marginal no aplicaba: el dinero.
En cualquier bien, su utilidad marginal decrece conforme aumentan sus cantidades consumidas. Por ejemplo, imagina que tienes sed. La primera botella de agua será imprescindible, pero las siguientes no reportarán tanta felicidad como la primera. Y la última ya no es que no sea necesaria, sino que lo más probable es que nos cause una indigestión.
Pero esta teoría no es aplicable con el dinero, al menos no directamente. Para Menger, la utilidad marginal del dinero decrecía muy lentamente y otro teórico como Antal Fekete, incluso llegó a decir que la utilidad marginal del oro, que era el dinero de aquella época, era constante. O, al menos, era la que más lentamente disminuía.
Al aplicarlo a la teoría del dinero y la felicidad, se puede afirmar que, al menos para los estudiosos de la escuela austriaca, acumular más cantidad de dinero disminuye de forma muy lenta la satisfacción que produce obtener más dinero. En otras palabras, mayores cantidades de dinero causan más felicidad a quien las obtiene.
El psicólogo Daniel Kahneman y el economista Angus Deaton, ambos galardonados con el premio Nobel de Economía, publicaron su famoso estudio “High income improves evaluation of life but not emotional well-being”, donde encontraron en 2010 que el bienestar emocional de las personas mejoran con los ingresos. En este sentido, llegaron a la conclusión de que el dinero sí aumenta la felicidad, aunque con un límite.
En concreto, ambos llegaron a la conclusión de que, a partir de los 75.000 dólares al año, el bienestar deja de aumentar, es decir, se estanca. De hecho, y si bien los bajos ingresos se asocian con un bajo bienestar emocional, irónicamente, los altos ingresos compran satisfacción con la vida, pero no la felicidad, al menos tal y como la conocemos.
En definitiva, según los postulados de Deatony Kahneman, la relación entre dinero y felicidad tiene un límite monetario: 70.000 € al año.
A pesar de la popularidad adquirida por la teoría de estos dos economistas, que fue la dominante durante más de 10 años, lo cierto es que en los últimos años han surgido nuevos estudios que refutan esta máxima. En concreto, una investigación de Matthew Killingsworth de la Wharton School de la Universidad de Pensilvania, en Estados Unidos, puso de manifiesto que la relación entre dinero y felicidad no es tan objetiva como pudiese parecer.
Para elaborar su estudio, Killingsworth creó una herramienta, Track Your Happiness, a través de la cual el usuario pudiese mostrar sus sentimientos a la aplicación durante varios momentos al mes, indicando qué factores estaban asociados con la máxima felicidad.
A finales de 2021, Killingsworth publicó su estudio en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences. Y las conclusiones contradecían a los anteriores estudios. En concreto, no es que exista un límite de salario a partir del cual no aumenta la felicidad, sino que, según sus conclusiones, el bienestar continuó aumentando después de un ingreso anual de 80.000 dólares (unos 75.000 euros).
Por tanto, según la información reportada por este estudioso, realmente existe una relación directa entre dinero y felicidad, sin ningún tipo de límite, al menos directo.
¿Realmente existe una relación entre riqueza y felicidad? Pues, al menos, a tenor de lo que dicen las estadísticas, sí. El Índice Mundial de la Felicidad, una publicación anual de las Naciones Unidas que mide la felicidad en 157 países, utiliza como uno de sus factores el PIB per cápita de cada país.
Y, según este índice, existe una correlación bastante directa entre felicidad y altos ingresos. Finlandia, Dinamarca, Islandia, Suiza, Países Bajos, Luxemburgo, Suecia, Noruega e Israel ocupan los 10 primeros puestos de la clasificación. Por su parte, los últimos puestos están ocupados por países como Afganistán, Líbano, Zimbabue o Ruanda.
En general, los países más ricos ocupan buenas posiciones en el ranking, mientras que aquellos países más pobres se sitúan en las últimas posiciones, lo que da una idea de la importancia que las sociedades actuales dan al dinero para satisfacer su felicidad.
En general, la mayoría de expertos y estudios afirman lo mismo: el dinero da la felicidad. Pero ni todos los ricos son felices, ni todas las personas felices son ricas. Por eso, hay que introducir un matiz: el dinero proporciona felicidad en tanto en cuanto se utilice como lo que es, un medio de intercambio, y no como un fin en sí mismo.