En los últimos años, la guerra de divisas se ha convertido en un fenómeno bastante habitual a nivel macroeconómico. Y aunque creas que está alejado de cómo puede afectarte, lo cierto es que tiene más repercusión para tu día a día de lo que quizá piensas. A continuación, te explicamos en qué consiste y por qué te interesa.
En realidad, una guerra de divisas, también conocida como devaluación competitiva, es un concepto más periodístico que económico. Se produce cuando varios países o zonas económicas devalúan su moneda al mismo tiempo con el fin de abaratar sus productos en el exterior y así estimular su economía.
Al mismo tiempo, las importaciones se encarecen, lo que hace que los consumidores locales busquen alternativas internas y locales.
En realidad, el proceso es el siguiente: un país devalúa su divisa con el objetivo de favorecer un aumento en sus exportaciones. Al mismo tiempo, otro país decide devaluar también su moneda para contrarrestar el efecto inicial. Sin embargo, el país inicial reacciona y vuelve a devaluar su divisa aún más. En última instancia, se produce un círculo vicioso en el que se producen sucesivas devaluaciones de moneda.
Esta combinación de aumento de exportaciones junto con el incremento de la demanda externa favorece un aumento de la tasa de empleo de la economía y una mejora de la balanza comercial. Pero, al mismo tiempo, lleva aparejado una reducción en la productividad agregada de la economía.
El motivo es que, en ocasiones, la maquinaria más avanzada es importada, lo que unido a que la mayoría de suministros,especialmente el petróleo, también suele ser de origen exterior, hace que los costes de la producción sean mucho más caros.
En la actualidad, las divisas fluctúan deforma libre en el mercado de divisas, o Forex. Sin embargo, existen algunos mecanismos para devaluar la divisa de un país de forma artificial. En realidad, en todos ellos interviene el banco central del país,el organismo encargado de establecer la política monetaria.
El primero de ellos es la reducción de tipos de interés. De esta manera, aumenta el consumo interno, se fomenta la financiación de bienes y servicios en el interior y se reduce el precio de los bonos.
Los inversores extranjeros no tienen tantos incentivos para demandar moneda y se deshacen de sus posiciones, lo que hace que su cotización se reduzca.
La segunda herramienta es el aumento de la masa monetaria. El banco central del país que desee devaluar su moneda crea más dinero y lo inyecta a la economía doméstica.
Así, se reduce el valor de la moneda en el interior y, en consecuencia, también en relación con otras monedas. Este proceso conduce, en última instancia, a un incremento de la inflación que, sino se controla, puede desbocarse.
En realidad, existen otros mecanismos, pero estos son los más importantes.
A priori, los consumidores pueden pensar que las guerras de divisas son positivas para la economía, ya que reduce el precio de los bienes y servicios que se ponen en el mercado. No obstante, los experto sconsideran que son negativas para la economía global. De hecho, su propia denominación ya se considera hostil y severo.
El motivo es que, aunque este proceso acabe en un precio más competitivo para los consumidores, las guerras de divisas pueden provocar efectos secundarios no deseados, como un grado más elevado de proteccionismo y aranceles.
Al fin y al cabo, las guerras de divisas son un proceso más político que económico. No se trata simplemente de influir en la cotización de la moneda y, en consecuencia, en los precios internos de los bienes producidos en el país. Como veremos, en la mayoría de los casos, las guerras de divisas son conflictos económicos entre dos países, que utilizan su divisa como arma.
Fue, posiblemente, la primera guerra de divisas de la historia con cierto impacto económico. Durante la Gran Depresión de 1930,la mayoría de los países abandonaron el patrón oro, haciendo que los países tuviesen el control definitivo de su política monetaria.
En este escenario, las devaluaciones se volvieron comunes, especialmente entre las grandes potencias económicas, como Estados Unidos, Reino Unido y Francia. De hecho, después de el Crash de WallStreet de 1929, Francia perdió fe en la libra como fuente de valor y comenzó a vender este activo en el mercado, lo que provocó una respuesta de los países anglosajones con mayores devaluaciones.
En el mes de enero de 2013, el banco central de Japón mostró intención de implementar un programa de compra de bonos muy agresivo cuya consecuencia sería la devaluación del Yen como respuesta al estancamiento económico del país nipón. Esto resultó en un periodo corto pero intenso de alarma acerca del riesgo de un posible renacimiento de la guerra de divisas.
De hecho, los principales gobernantes de los bancos centrales más importantes del mundo, especialmente la Reserva Federal y el BCE, criticaron esta política, insinuando que podría comenzar una guerra de divisas que tuvieran impacto en todo el mundo.
No obstante, todo acabó en una amenaza, perola sombra de la guerra de divisas permanecía en el aire, especialmente en Europa y Japón, en la lucha contra la deflación.
El último de estos episodios se produjo en 2018, en plena guerra comercial entre Estados Unidos y China. Se inició en 2018, cuando el presidente de aquel momento, Donald Trump, anunciase la intención de imponer aranceles de 50.000 millones de dólares a los productos chinos bajo el artículo 301 de la Ley de Comercio de 1974, poniendo como argumento el déficit comercial de Estados Unidos.
China contrarrestó con nuevos ataques a Estados Unidos, lo que desembocó en una guerra de divisas que acabó perjudicando a ambos países.
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