La política monetaria de los bancos centrales de todo el mundo ha dado un giro de 180 grados en el último año. El fin de la pandemia, la guerra entre Rusia y Ucrania y la escasez de ciertos componentes ha provocado un nivel de inflación sin precedentes en los últimos cuarenta años.
Y esto ha tenido su impacto en la política monetaria de los bancos centrales; de tipos de interés cercanos a cero hemos pasado al mayor nivel de tipos de interés de los últimos 15 años, provocados sobre todo por la elevada inflación.
Pero, ¿cuál es el impacto de esta situación en el mundo y cuál será la situación en los próximos meses? ¿Seguiremos viendo aumentos en el tipo de interés? A continuación, te explicamos todos los detalles.
A febrero de 2023, la situación económica en materia de política monetaria en el mundo es bastante diferente a la de hace tan solo un año. Sin ir más lejos, el Banco Central Europeo ha aumentado sus tipos de interés hasta el 3,25%, desde el 0% en el que estaban en abril de 2022.
La situación no es muy diferente en el resto de bancos centrales del mundo. La Reserva Federal mantiene sus tipos de interés en el 4,75%; el Banco de Inglaterra, en el 4%; el Banco de Canadá, en el 4,50% y el Banco de Australia, en el 3,35%. Tan solo el Banco de Japón mantiene los tipos de interés por debajo de cero, hasta el -0,10%.
Esta situación es inédita en los últimos 15 años, en los que los bajos tipos de interés han sido la tónica general del mercado. En 2008, cuando el BCE tenía fijados sus tipos de interés en el 4,00%, nunca había superado el 1%. Lo mismo ha ocurrido con la Reserva Federal, que después del mayor aumento de la masa monetaria de la historia moderna.
La principal consecuencia de estos máximos registrados en los tipos de interés es que la financiación general es más cara. Y esto tiene consecuencias para los ahorradores, para los deudores y, en general, para la economía en su conjunto.
La más importante de ellas es que los préstamos se vuelven más caros para los consumidores y para las empresas. Esta situación impacta de forma especial en el precio de las hipotecas, cuyo principal indicador, el euríbor, está fuertemente condicionado por la política de los bancos centrales. De hecho, en enero, el euríbor acabó el mes en el 3,337%, tras registrar una subida récord en este mes.
Por otro lado, la subida en los tipos de interés aumenta la rentabilidad de los ahorros y las inversiones en instrumentos financieros, como depósitos bancarios, bonos y fondos de inversión, especialmente de renta fija. Tanto es así que la rentabilidad de los bonos del Tesoro Público de España ya es bastante atractiva.
De hecho, las letras del Tesoro a 3 meses ya ofrecen una rentabilidad del 2,494%, uno de los niveles más altos de los últimos quince años.
A nivel macroeconómico, los tipos de interés elevados penalizan el consumo y la inversión. Al ser el coste de endeudamiento más elevado, los consumidores reducen su gasto en bienes y servicios, especialmente aquellos para los que es necesaria financiación. Esto afecta la demanda agregada y, por tanto, a la economía en general.
Por el momento, el BCE no ha aflojado su política monetaria restrictiva, incluso aunque la inflación ya está dando síntomas de agotamiento.
En enero de 2023, el índice de precios de consumo armonizado (IPC), publicado por Eurostat, bajó en enero por tercer mes consecutivo gracias a la caída de la energía, hasta situarse en el 8,5%, frente al 9,2% registrado en diciembre. No obstante, esta tasa todavía cuadriplica el objetivo del 2% del BCE.
A todo ello hay que sumarle que la inflación subyacente, es decir, aquella que excluye los precios más volátiles de los alimentos frescos y la energía, todavía sigue aumentando, aunque a un ritmo más lento que en trimestres anteriores. Del 6,9% de diciembre se ha pasado al 7% de enero, por lo que aún falta para alcanzar el objetivo fijado por el BCE.
Por último, no hay que olvidar que los datos de empleo en la Eurozona continúan siendo bastante buenos, lo que da más margen a los bancos centrales para seguir aumentando tipos sin penalizar el crecimiento económico. En todo 2022, la economía de la eurozona registró un crecimiento en el PIB del 3,5%, y todo ello a pesar de la guerra en Ucrania, la crisis energética, la elevada inflación y la rápida subida de tipos.
En definitiva, en los próximos trimestres, la tendencia no parece muy diferente: todo apunta a que los desequilibrios van a persistir, especialmente en lo que a nivel de precios se refiere. Esto se traduce en mayores expectativas alcistas, que puede hacer que la mayoría de bancos centrales traduzcan en próximos aumentos por un total entre 50 puntos básicos y 100 puntos básicos, según un reciente análisis de EY.
En cualquier caso, la incertidumbre será la tónica general durante los próximos meses, pero nada hace anticipar una situación muy diferente a la actual durante 2023.