El Índice de Precios al Consumidor (IPC) es un indicador clave para medir la inflación en una economía y prever las tendencias económicas futuras. Sin embargo, en 2023, el IPC puede ser un tema sensible para algunas personas, especialmente después de un 2022 en el que la inflación se situó en unos niveles nunca vistos en los últimos 40 años.
Pero, ¿qué puede ocurrir en 2023? ¿Seguirá la inflación una tendencia similar a la de 2022? O, por el contrario, ¿se puede pensar en que la inflación ya ha dejado de ser un problema gracias a la política de los bancos centrales? A continuación, analizamos todos los escenarios.
A pesar de que el año pasado fue muy problemático desde el punto de vista de la inflación, en diciembre de 2022, la tendencia se moderó de manera notable. Según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), la tasa de variación anual del IPC del mes de diciembre se situó en el 5,7%, más de un punto por debajo de la registrada en noviembre.
Sin embargo, todo hace indicar que la inflación seguirá siendo noticia, también en 2023. De acuerdo con las previsiones de Bankinter para la inflación en España, la contención de los precios no será rápida, sino progresiva. Según sus estimaciones, el IPC podría situarse en el 4% a/a diciembre de 2023 (+4,9% a/a en media) y 2,1% a/a diciembre de 2024 (+2,5% a/a media).
Estas previsiones están basadas en la política monetaria restrictiva de los bancos centrales. Esto dependerá en buena medida de que estas políticas continúen esta senda. Además, algunas medidas fiscales promovidas por el Gobierno de España también podrían tener un impacto significativo en el precio de algunos productos, como los alimentos o la gasolina.
En el resto del mundo, la situación no es muy diferente. Las previsiones de Bankinter pronostican un nivel de inflación del 3,8% para diciembre de 2023 y del 2,5% para diciembre de 2024, mientras que en Estados Unidos, estos niveles serán del 3,4 y del 2,5%, respectivamente.
A pesar de las perspectivas tan halagüeñas en torno al IPC en 2023, todavía queda un pequeño matiz que los analistas tienen en cuenta: la inflación subyacente. Es aquella que excluye ciertos factores que se consideran volátiles o temporales, como las fluctuaciones estacionales en los precios de la energía y los alimentos.
De hecho, normalmente, es el nivel de precios que más se tiene en cuenta para anticipar la evolución futura de la inflación. Pues bien, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), la tasa anual de la inflación subyacente aumentó cinco décimas en enero de 2023, hasta el 7,5%. Se trata de la tasa más alta desde diciembre de 1986 y sitúa su diferencia con el IPC general en más de un punto y medio.
Pero, ¿qué quiere decir esto exactamente? Pues, en esencia, que la tormenta de costes energéticos y de materiales que sufrían las empresas se está trasladando a precios finales de los productos poco a poco. Y todo apunta que seguirá aumentando en los próximos meses.
En 2023, el alza de los precios se está cebando con algunos alimentos. De hecho, en diciembre de 2022, los precios de alimentos frescos registraron un incremento del 11,4% interanual, y el de los alimentos con elaboración, del 16,4%, siendo los componentes que más contribuyeron a la inflación general.
Esta escalada se ha cebado especialmente con algunos alimentos como el aceite. De hecho, a nivel mundial, el precio de los aceites vegetales aumentó un 46,5% en el mes de mayo de 2022, según el Índice de Precios de los Alimentos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés), motivado fundamentalmente por los efectos de la guerra entre Rusia y Ucrania.
Desde entonces, los precios de estos alimentos se han ido moderando, pero todavía se sitúan en niveles muy altos. En enero, el índice de precios de los alimentos cayó por décimo mes consecutivo, fundamentalmente a causa de la relajación de las cotizaciones de los aceites vegetales, los lácteos y el azúcar
Las previsiones del Banco Mundial apuntan a que, tras subir un 18% en 2022, los precios de los alimentos bajarán un 6% en 2023 y se estabilizarán en 2024. Sin embargo, también ha advertido de que el equilibrio es precario y hay muchos factores que pueden alterar las previsiones, como potenciales interrupciones en las exportaciones de Rusia o Ucrania y nuevos incrementos en los precios de la energía, motivados por una extensión de la guerra.
En definitiva, a pesar de que el IPC está dando síntomas de agotamiento, existen algunos factores que podrían llevar a los precios a aumentar de nuevo, especialmente todo lo que tiene que ver con los alimentos. A nivel mundial, existe mucha incertidumbre en torno a lo que ocurrirá en 2023 con el IPC, y que puede hacer que volvamos a la casilla de salida.
En la medida en la que la política monetaria de los bancos centrales vaya teniendo impacto en el precio de los productos, y que se resuelvan diferentes tensiones geopolíticas, la inflación pasará a ser historia o, por el contrario, continuará siendo el principal problema macroeconómico al que se enfrentan las autoridades fiscales y monetarias en todo el mundo.