Las tarjetas bancarias se han convertido en un elemento imprescindible de nuestro día adía. Pocas personas conciben ya un mundo en el que no tengan presencia, sobretodo gracias a su comodidad a la hora de hacer compras y que no ocupan demasiado espacio en las carteras.
Entre todas ellas, destacan las tarjetas de crédito y las tarjetas de débito, las dos modalidades por excelencia que existen. Pero, ¿sabes cómo funciona cada una de ellas y cuál te interesa más contratar? Te lo explicamos.
Las tarjetas de débito son un tipo de tarjeta bancaria de plástico a través del cual se descuenta de manera directa el importe de la compra en la cuenta bancaria del titular.
Solo se permiten pagos hasta el límite de los fondos de la cuenta ya que, en caso de realizar compras por importe superior,la cuenta entraría en descubierto bancario (los temidos números rojos) y habría que pagar los intereses correspondientes a esta situación.
Como consecuencia de lo anterior, las tarjetas de débito no permiten aplazar ni fraccionar pagos, ya que se descuenta el importe total directamente en la cuenta corriente del comprador.
En cuanto a su contratación, son muy sencillas de conseguir, ya que ni siquiera hace falta tener ingresos recurrentes. Eso sí,su uso dependerá de la cantidad de fondos que tengas en tu cuenta corriente.
Las tarjetas de crédito, por su parte, son un tipo de tarjeta bancaria con la que también se pueden efectuar compras. La diferencia con la tarjeta de débito es que, con esta, se pueden aplazar los pagos, ya que llevan aparejada una línea de crédito que se concede de forma automática cuando se aprueba la concesión de la tarjeta.
Es por esto por lo que, normalmente, la concesión de una tarjeta de crédito no es tan directa como el caso de las de débito. El banco debe estudiar la viabilidad del solicitante, asegurándose que es solvente y, en función de su riesgo, establecerá un límite de crédito y unas condiciones diferentes. Y, por supuesto, exige un pago por su contratación o bien que el cliente tenga la nómina y recibos domiciliados en el banco.
Existen tres modalidades de devolución: a fin de mes por la cuantía total de las compras, mediante un porcentaje mensual del importe total gastado ese mes o bien mediante una cuota fija mensual.
La primera opción no lleva aparejada intereses, pero las dos últimas sí, y variarán en función de la cuota o del plazo del crédito. Hay que tener en cuenta que estos intereses serán mayores que los vinculados con un préstamo personal o una línea de crédito normal.
Además, otra de las características de las tarjetas de crédito es que incluyen una serie de seguros sin coste añadido. Dentro de sus coberturas se incluye la cobertura de vida o fallecimiento, seguro de viajes (cancelaciones de vuelo, extravío o deterioro del equipaje…), seguros contra robos, fraudes y duplicados de tarjetas de crédito, seguros de compra, etc.
No existe una respuesta única a esta pregunta.En realidad, todo depende de la forma en la que el consumidor quiera pagar sus compras. Las tarjetas de débito permiten tener un mayor control sobre la cantidad que se gasta mes a mes, ya que se descuenta de forma automática de la cuenta corriente de la persona.
En el caso de las tarjetas de crédito, este control es mucho más difuso, ya que la cuenta corriente queda inalterada hasta que no se abona la cuota mensual del crédito. Además, si se deciden fraccionar las compras, el importe resultante puede ser bastante mayor.
No obstante, las tarjetas de crédito garantizan que vas a poder disponer de la cantidad establecida en el contrato de crédito con la que poder realizar tus compras. Además, son útiles porque incorporan una serie de seguros que pueden ayudarte ante situaciones sobrevenidas.
También existen diferencias en cuanto a la retirada de efectivo de cajeros automáticos. Mientras la tarjeta de débito descuenta directamente los fondos de la cuenta corriente y, por tanto, no aplica ningún tipo de comisión, la tarjeta de crédito sí puede aplicar comisiones por adelantar ese dinero, ya que su retirada va contra el límite de crédito y no contra tu cuenta corriente.
Como resumen, los expertos recomiendan que la tarjeta de débito se utilice para los pagos diarios, ya que permiten mantener un mejor control sobre el dinero, y la tarjeta de crédito debería emplearse cuando se quiere anticipar un pago concreto o fraccionar los pagos, pero siempre con cierto sentido, sin financiar importes demasiado elevados.
Tanto la tarjeta de débito como la tarjeta de crédito permiten abonar tus compras y retirar efectivo en cajeros fuera de nuestras fronteras. No obstante, en algunos casos, puede que la tarjeta de débito no esté aceptada y se tenga que usar la tarjeta de crédito. Este es el caso de algunas empresas de alquiler de vehículos, que exigen una tarjeta de crédito como fianza para prestar el servicio.
Además, hay que tener en cuenta que las tarjetas de crédito son muy útiles cuando viajamos gracias a los seguros que lleva aparejados. En estos casos,dependiendo de la cobertura que busques, puede que ni siquiera necesites contratar seguros adicionales, ya que estarán incluidos en la propia tarjeta.
No obstante, existen algunas semejanzas entre ellas cuando vayas a viajar. En ambos casos, las entidades pueden cobrar comisiones por retirar efectivo de los cajeros automáticos y por conversión de tipo de cambio, si el país no permite el pago en euros.
En cualquier caso, conviene que, cuando viajes, lleves una tarjeta de cada tipo contigo, ya que aunque quieras utilizar la tarjeta de débito, puede que te veas comprometido si no es aceptada.
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