Los créditos bancarios son una herramienta financiera clave en cualquier economía moderna. A través de ellos, las empresas y los individuos pueden acceder a capital para invertir y crecer, o bien para financiar unas necesidades que, de otra forma, no podrían verse satisfechas, como la compra de una vivienda.
Sin embargo, estos créditos también pueden tener un impacto significativo en los ciclos económicos. Es importante entender cómo funciona esta relación para poder anticipar y mitigar las fluctuaciones en la economía. A continuación, te explicamos todos los detalles.
Para entender cómo funcionan los créditos bancarios y su relación con los ciclos económicos, es importante comenzar por definir qué es un ciclo económico. En términos simples, un ciclo económico se refiere a la fluctuación en el crecimiento económico de una economía. Esto puede manifestarse en una serie de ciclos de auge y caída, donde la economía experimenta períodos continuados de expansión y contracción.
Estos ciclos económicos son una parte normal y natural del funcionamiento de una economía capitalista. Sin embargo, pueden tener importantes consecuencias para los individuos y las empresas. Por ejemplo, durante un período de recesión, las empresas pueden experimentar una disminución en la demanda de sus productos o servicios, lo que a su vez puede llevar a una disminución en los ingresos y una mayor dificultad para pagar las deudas.
Es en este contexto donde los créditos bancarios tienen un papel importante. Cuando las empresas y los individuos tienen dificultades para financiar sus proyectos, como ocurre en cualquier recesión, pueden recurrir a los créditos bancarios para obtener el capital necesario, ya que pueden ayudar a estimular la economía al proporcionar financiamiento para proyectos que, de lo contrario, no podrían llevarse a cabo.
Sin embargo, el aumento en los créditos bancarios también puede ser un factor en la creación de ciclos económicos. Cuando los tipos de interés son bajos, algo que sucede cuando los bancos centrales quieren estimular el crecimiento económico y, por tanto, el acceso al crédito es fácil, las empresas y los individuos pueden acumular más deudas de las que pueden pagar.
Si bien esto puede ayudar a impulsar el crecimiento económico a corto plazo, también puede crear una burbuja financiera que, tarde o temprano, puede estallar y provocar una recesión económica.
Durante una época de recesión, los créditos bancarios suelen verse afectados de varias maneras. En primer lugar, debido a que hay menos actividad económica en general, la demanda de crédito suele disminuir, ya que las empresas y los consumidores reducen sus gastos y evitan solicitar préstamos. Esto, a su vez, puede llevar a que los bancos reduzcan su oferta de crédito, puesto que no hay suficiente demanda para justificar la asignación de recursos.
Además, durante un periodo de recesión, los bancos pueden enfrentar problemas para recuperar los créditos concedidos. Si las empresas y los consumidores no pueden pagar sus préstamos, los bancos pueden encontrarse con una gran cantidad de préstamos incobrables en su balance. Esto puede afectar la solidez financiera de los bancos, lo que a su vez puede afectar la disponibilidad de crédito a largo plazo.
Normalmente, y con el fin de hacer frente a estos riesgos, los reguladores financieros suelen tomar medidas para garantizar la estabilidad del sistema bancario. Por ejemplo, pueden imponer requisitos de capital más estrictos a los bancos, lo que aumenta la cantidad de capital que deben mantener en reserva para cubrir posibles pérdidas. También pueden exigir a los bancos que realicen pruebas de estrés para evaluar su capacidad para resistir una crisis financiera.
A lo largo de la historia, son muchas las ocasiones en las que un auge desmesurado de los créditos bancarios han llevado a una recesión. La experiencia más reciente fue la crisis de las hipotecas subprime en Estados Unidos. Durante los años previos a la crisis, los tipos de interés eran bajos y el acceso al crédito era muy fácil, lo que llevó a un aumento en la inversión inmobiliaria y a un aumento en el valor de las propiedades. Sin embargo, esta burbuja inmobiliaria no era sostenible y, eventualmente, estalló, lo que provocó una crisis financiera a nivel mundial.
El impacto de la crisis subprime fue particularmente intenso en España. El sector de la construcción se convirtió en uno de los principales motores de la economía, representando aproximadamente el 18% del PIB en 2007. Gracias al aumento del crédito, las familias podían permitirse comprar nuevas propiedades, lo que incrementó el valor de las viviendas, lo que a su vez llevó a un aumento en la oferta de crédito, ya que los bancos estaban dispuestos a otorgar préstamos para financiar la compra de propiedades.
Este círculo vicioso fue imparable hasta que, en 2008, la burbuja inmobiliaria estalló, arrastrando no solo al sector de la construcción, sino también al sector financiero. Muchos bancos tuvieron que recibir ayuda del gobierno para evitar la quiebra, y la economía española se contrajo significativamente. El desempleo aumentó y muchas empresas se vieron obligadas a cerrar.
Y todo ello condujo a una de las mayores recesiones de la historia reciente en España, que tuvo diferentes consecuencias, tanto a nivel fiscal, obligando al Gobierno a efectuar una importante reducción de gasto público, como, sobre todo, financiero, con las sabidas reestructuraciones y fusiones bancarias de los primeros años de la década de los ‘10.
En definitiva, la relación entre los créditos bancarios y los ciclos económicos es compleja y multifacética. Si bien es cierto que los créditos pueden estimular el crecimiento económico, también es importante ser conscientes de los riesgos asociados con un aumento excesivo en la deuda. Al comprender mejor esta relación, podemos tomar decisiones más informadas y sostenibles que permitan un desarrollo económico saludable a largo plazo.